El silencio del Almagua
La nieve es impresionante, al menos para alguien como yo, que me he criado en Madrid. Ver nevar es siempre un acontecimiento muy especial. En las montañas de Soria, como en otros muchos lugares de España, nieva pero para mi es una experiencia nueva y evocadora.
Un día amaneció soleado y había nevado la noche anterior. ¡No me lo iba a perder! Salí a dar un paseo. Como no conocía los alrededores, pregunté a una pareja de personas mayores que daban su paseo. El hombre mayor me señala: » sigue las huellas». Y así hice. Siguiendo al que pasó antes que yo por la nieve fui descubriendo los parajes de la vereda del río Duero. Caminaba, me paraba, miraba, escuchaba, me sorprendía del gran regalo de la vida que tenía ante mi.
Invierno y todo se contrae. La luz es breve, el calor se desvanece y todo parece esperar. La energía se para y solo apetece manta, sofá, y mirar por la ventana. El invierno es largo aquí.
Pasear por el suelo nevado es una vuelta a la infancia, al juego y al descubrimiento.
La nieve tiene otra luz, y suena de otra manera.
El suelo se quiebra y únicamente, si acaso, hay sonido del viento.
Bueno, tengo que informaros que el silencio tal cual no existe. Por ejemplo: ¡ No sabéis la cantidad de aviones que pasan por el cielo haciendo ruido! No me había dado cuenta hasta que comencé a grabar los sonidos en abierto, en el bosque. Imposible que pasen diez o quince minutos sin que pase uno, dos, tres aviones en ruta.
A veces, o mejor, muchas veces, el silencio es precursor de algo grande que transformará nuestra vida. Dar espacio al silencio es calmar la mente, el corazón y descansar. Es empezar a dar espacio y todo espacio vacío puede dar lugar a algo nuevo inesperado.
Poco a poco el invierno acaba y la primavera se abre de nuevo y el ciclo comienza de nuevo…
¡Que lo disfruten!